Yo pensaba, ilusa de mi, que cuando naciera nuestra enana, yo ya no sería la única a la que no le gustaría los petardos y podría decirle a los que están a mi alrededor que se fueran algo más lejos para que la niña no llorase.
También pensé que no podría celebrar esta verbena como siempre lo hemos hecho. Cenando con la familia a la luz de los farolillos y las antorchas, fresquitos con el viento pasando de vez en cuando, mientras los petardos se escuchan en la lejanía.
Este año mps tpcaba celebrarlo en casa de mis suegros. A veces estamos solos con ellos, a veces también están mis cuñados y a veces están solo ellos, porque nosotros lo celebramos en otro sitio.
Este año nos pudimos juntar todos. Esto iba a ser estupendo, pero yo no las tenía todas conmigo. La peque siempre llora cuando mis cuñados y el hombrecito de la casa están allí con nosotros. Supongo que no se acueda de ellos, porque los ve de uvas a peras y no le gusta la gente desconocida. Así que recé para que tuviéramos la fiesta en paz y la peque estuviera tranquila.
Llevábamos unos días escuchando petardos y yo, como cada año, sobresaltándome y maldiciendo a todos los que tiraban petardos debajo de mi ventana. Miraba a la peque con miedo a que se asustara, pero ella me miraba con esos ojazos que tiene y sin immutarse. Algo que tanto al papi como a mi nos llamó la atención.
Cuando llegamos a casa de mis suegros, pensamos que era mejor dormirla, antes de empezar la cena para que estuviese algo descansada, pero la peque no estaba por la labor. Siempre que está fuera de casa, y oye las voces de los yayos o de los abus, no quiere dormirse, así que ella tenía ganas de juerga y a mi me preocupaba que durante la cena no pudiese cenar tranquila.
Cuando por fin se estaba quedando dormida sonó el timbre. Mis cuñados y el hombrecito habían llegado. Y como no, el hombrecito llegó gritando de la emoción. Obviamente, todo aquel jaleo hizo que la peque se emocionara y no quisiera dormir.
Cuando ve a otro niño, no existe nada más. Se pone muy nerviosa, quiere que le haga caso y le digan cosas. Y si no lo hacen se pone a llorar, supongo que por la desesperación.
La cosa es que el hombrecito de la casa, estaba emocionado, porque su madre le había regalado una bolsa donde había bombetas. Tenía tantas ganas de tirarlas, que cuando sacó una cajita, simplemente la bolcó contra el suelo, y sonaron todas a la vez.
Ese era el momento perfecto para que la peque llorara y yo no tuviera que estar cerca de ese dichoso ruido. Pero la peque estaba demasiado absorta y como ya he dicho, los petardos ni le molestan ni le dan miedo. Así que simplemente pasó de todo y se centró en que le hicieran caso.
Llegó el momento de la cena. Pensamos que era mejor ponerla al pecho, mientras yo cenaba, pues era todo pica pica y solo tenía que utilizar el tenedor. Ella no quería, así que al final mi suegra sacó la trona y la pusimos allí. Se sentó, le dimos sus juguetes y durante casi toda la cena, allí no hubo niña.
De vez en cuando, un super petardo en la calle. Yo me sobresaltaba y la miraba. Ella seguía sin inmutarse. Cuando por fin estaba acabando de cenar, ella creo que lo olió, empezó a ponerse nerviosa. Mi marido la cogió en brazos y yo terminé de comer mis últimos boquerones en vinagre (para mi son un vicio).
La cogí en brazos y le di el pecho un rato. Pero ella quería tener la teti en la boca y estar por todos, así que tuvo que decidir, y decidió que yo me guardara la teti y estar en mis brazos tranquila, intentando coger mi comida.
Al final le di un trozo de pan de cereales con tomate. Ella iba chupando y yo podía seguir comiendo, aunque realmente picaba aquí o allá, terminando con algunas cosas.
Cogí un trozo de queso y la peque se tiró a él. Antes de que lo cogiera y lo tirara al suelo, cogí un trozo y se lo di. Para adentro, me quedé anonadada, era la primera vez que ella comía queso. Pero no cesó en su empeño y al final le di el trozo entero, que le encantó.
Después llegó el postre. La coca de SantJoan. De crema. Ummm, mi preferida. El yayo cogió a la peque y yo pude disfrutar del postre. De pronto la miro y la peque tenía una punta de la coca en la mano y toda la boca con azúcar.
No soy muy proclive a darle estas cosas, peeero, un día es un día y su mamá y su papá estaban allí para decidir si darle o no. Y al final resultó que prefirió más el queso y el pan que la propia coca. Parece que es más de salados, como su padre y no de dulces, como su madre.
Cafés y más bombetas por el suelo y ella seguía estando tan tranquila. Fuegos artificiales desde la montaña, fuegos artificiales desde la playa. Juegos de luces y colores y ella tan tranquila.
Al final, los demás nos moríamos de sueño y ella tan fresca como una lechuga. Eso sí, fue irse todo el mundo, sobre todo el hombrecito de la casa y la peque cayó rendida con la teti en la boca.
Así que la verbena fue una noche tranquila, donde la peque me enseñó a que no por ser pequeña se tiene miedo. Que el miedo se lo infundamos los mayores y que los petardos son sonoros y molestos, pero si están lejos, no nos harán nada.
que chulo =)
ResponderEliminarGracias!!
Eliminar¡Holaaa guapa!
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato de vuestra verbena, sin duda la peque nunca dejará de sorprenderos. Y sabes que? A mí tampoco me gustan los petardos, y desde que tengo a Noa, mi perra, aún menos jaja..
Un besitooo
Gracias!!! :) Seguro que no. Es increíble lo versátil que es.
EliminarAixx, lo perritos, pobretes, lo pasan fatal. Lo sé, porque tuve uno, durante 17 años, que murió hace unos tres años. El pobrecito lo pasaba fatal y le teníamos que dar una pastillita para los nervios.
En cambio mis gatos... Bueno, Neko con el primero y el segundo se esconde, pero luego ya se tumba con su hermano, Totoro y se quedan durmiendo tan plácidamente. Totoro ni se inmuta con ellos.
Besitos!!! :)