Desde que la peque nació, tuve claro que le querría dar todo aquello que yo no pude tener, pero siempre, enseñándole el valor de las cosas, del esfuerzo y sobre todo de que el dinero no crece en los árboles.
Desgraciadamente, mi medio limón y yo, laboralmente hablando, no tenemos mucha suerte. Yo tengo trabajo (y parece que mi situación mejora), pero él ahora mismo está en el paro, pero aunque no estuviera, nuestros sueldos, juntos, era como el de uno solo. De ello tenemos que sacar para pagar facturas y primera necesidad (como comida). Pocas veces nos damos un capricho y el mes que lo hacemos, al siguiente, podemos renquear un poco. Además, recibimos algo de ayuda para poder llegar a fin de mes, porque os digo yo, que si no, no llegamos, por muchos malabares que hago con las cuentas.
Hay una cosa que siempre hemos tenido clara a la hora de tener a la peque, y era el colegio donde queríamos que fuera. Yo me enamoré del sistema educativo de ese colegio desde que lo conocí y encima, cerquita de casa. Pero el cole es concertado, así que una pequeña parte del sueldo se nos va en su educación, sinceramente es lo que menos me importa, pero significa que lo poco que podíamos a ahorrar para un caprichito, ahora no lo tenemos.
Así que tampoco tenemos dinero para que alguien nos la cuide por la tarde (hablo de cuando mi marido tenía trabajo). Y como no podemos conciliar con los horarios que tenemos (o mas bien teníamos), muchas veces, por no decir cada día (entre semana) teníamos que tirar de los abuelos (maternos) para que nos la cuidaran hasta que uno de los dos (yo), llegara a casa.
Sé que los abuelos están como locos con su nieta. Es la niña de sus ojos y se les nota, solo hay que poner un barreño debajo de su cara cada vez que hablan de ella, porque un día con la baba, salimos nadando. Yo me siento orgullosa de ello y sé que, ya que a mi no me pudieron dar muchas cosas (porque económicamente estaban como nosotros ahora), quieren compensar con dinero esa carencia. Pero no me parece bien.
Os explico el tema en profundidad lo que nos estuvo pasando mientras mi medio limón tenía un trabajo de tarde.
La abuela iba a buscarla al cole cada día. Y cada día pasaban por una tienda o bazar y la peque se encaprichaba de algún muñeco o juguete. Sin pensárselo, la abuela se lo compraba y la niña tan feliz.
¿Qué pasaba con ese juguete al día siguiente? Que se había olvidado de él, porque volvían a pasar por una tienda o bazar, donde veía uno nuevo y lo quería y, por supuesto, la abuela se lo compraba.
Si eso pasara de vez en cuando, de verdad que no me importaría, pero pasaba cada día. Cada día de la semana que ella iba a buscarla. Así que imaginaros el panorama cuando mi medio limón o yo íbamos a recogerla. Sí o sí quería algo y nosotros no se lo comprábamos. Nos armaba el cirio del siglo, se cabreba, lloraba y gritaba. Daba igual que le intentaramos explicar algo, porque no lo entendía. Y es que el día que no tenía un peluche nuevo, tenía un muñeco de goma pequeño, si no un huevo kinder (mejor no os hablo de los dichosos huevos, porque no se los come, ella ese chocolate lo odia, ella quiere lo que hay dentro).
Día tras día tenía un juguete diferente.
Entonces llegó el momento de que su padre se quedó en paro. Las cosas cambiaron, mi marido empezó a ir a recogerla al colegio cada tarde. Y como no, se la liaba cada día. Él no lleva un duro en la cartera y cuando digo ni un duro, es que por no llevar, no lleva ni 10 céntimos. Así que la niña quiere un juguete nuevo. El padre le dice que no puede porque no tiene dinero y porque no le parece normal que se le compre algo cada día y entonces la peque estalla en una señora rabieta. De esas de grito, lloro y me paso 20 minutos de reloj llorando y moqueando por las esquinas.
Como digo a la peque por mucho que se lo quieras explicar, no lo termina de entender, pero cuando quieres hablar con la abuela eso sí que es darse contra una pared. Su frase favorita es: los padres están para educar y los abuelos para malcriar. Pues sí, ella sigue esa regla a raja tabla. El problema... que tenemos a una pequeña consentida. En cuanto ella ve una sola lágrima en la peque, corre rauda y veloz a comprarle algo, para que no llore más. La niña consigue lo que quiere después de la rabieta y cuando llego yo, lo primero que hace es enseñarme su nuevo juguete y dejarme claro quién se lo ha regalado.
La abuela iba a buscarla al cole cada día. Y cada día pasaban por una tienda o bazar y la peque se encaprichaba de algún muñeco o juguete. Sin pensárselo, la abuela se lo compraba y la niña tan feliz.
¿Qué pasaba con ese juguete al día siguiente? Que se había olvidado de él, porque volvían a pasar por una tienda o bazar, donde veía uno nuevo y lo quería y, por supuesto, la abuela se lo compraba.
Si eso pasara de vez en cuando, de verdad que no me importaría, pero pasaba cada día. Cada día de la semana que ella iba a buscarla. Así que imaginaros el panorama cuando mi medio limón o yo íbamos a recogerla. Sí o sí quería algo y nosotros no se lo comprábamos. Nos armaba el cirio del siglo, se cabreba, lloraba y gritaba. Daba igual que le intentaramos explicar algo, porque no lo entendía. Y es que el día que no tenía un peluche nuevo, tenía un muñeco de goma pequeño, si no un huevo kinder (mejor no os hablo de los dichosos huevos, porque no se los come, ella ese chocolate lo odia, ella quiere lo que hay dentro).
Día tras día tenía un juguete diferente.
Entonces llegó el momento de que su padre se quedó en paro. Las cosas cambiaron, mi marido empezó a ir a recogerla al colegio cada tarde. Y como no, se la liaba cada día. Él no lleva un duro en la cartera y cuando digo ni un duro, es que por no llevar, no lleva ni 10 céntimos. Así que la niña quiere un juguete nuevo. El padre le dice que no puede porque no tiene dinero y porque no le parece normal que se le compre algo cada día y entonces la peque estalla en una señora rabieta. De esas de grito, lloro y me paso 20 minutos de reloj llorando y moqueando por las esquinas.
Como digo a la peque por mucho que se lo quieras explicar, no lo termina de entender, pero cuando quieres hablar con la abuela eso sí que es darse contra una pared. Su frase favorita es: los padres están para educar y los abuelos para malcriar. Pues sí, ella sigue esa regla a raja tabla. El problema... que tenemos a una pequeña consentida. En cuanto ella ve una sola lágrima en la peque, corre rauda y veloz a comprarle algo, para que no llore más. La niña consigue lo que quiere después de la rabieta y cuando llego yo, lo primero que hace es enseñarme su nuevo juguete y dejarme claro quién se lo ha regalado.
No sé si con estas palabras os puedo transmitir la impotencia y la rabia que siento. Pero es así. Me siento mal, muy mal. Porque ella ha pasado por la misma situación en la que estamos nosotros y, es verdad, no tuvo tanta ayuda como nosotros, pero de ahí a socabar nuestra autoridad, no me gusta. Me siento mal, porque no puedo darle a mi hija algún capricho, pero ella sí, le da mil, y si le diera uno de vez en cuando, de verdad que no me quejaría, pero es cada día (llueve, haga frío, sol. Se porte bien o se porte regular. Da lo mismo, ella se lo lleva. Y ya no digo nada cuando cae enferma, que sí o sí tiene un regalo).
¿En qué posición me deja a mi como madre?
¿Qué pasa cuando vamos al supermercado, pide una chuche y le decimos que no? Antes, no pasaba nada. Le dabas una fruta y la niña más feliz del mundo. Ahora... como no le des la chuche, rabieta al canto. Porque esta es otra... la alimentación. Quiero que mi hija coma de todo y que se coma un sugus de vez en cuando me da igual, pero que yo digo que es uno a la semana y ella le dé uno cada día, a mis espaldas me repatea. Y es que ahora la peque empieza a hablar con todas las consecuencias. Y así es como nos enteramos de todo lo que nos esconde.
Lo peor es cuando mi marido le pide que no le compre nada más. La respuesta es rápida y sencilla: Le compro lo que me da la gana y mientras tenga dinero le compraré todo lo que ella quiera.
Así que lo único que pienso es en que estoy criando a una pequeña consentida y esto se me va de las manos. Una niña que no le da valor a las cosas, no le da valor al esfuerzo de sus padres, no le da valor absolutamente a nada y que cuando oye la palabra no, se monta la de San Quintín.
Quiero poner límites, pero no solo a mi hija. También a la abuela. ¿Pero cómo hacerlo? Y lo pregunto en serio, porque ella siempre nos hace el "favor" de cuidar de la niña si nosotros, por trabajo no podemos. Pero no puede ser que la críe con todo esto.
Así que lo único que pienso es en que estoy criando a una pequeña consentida y esto se me va de las manos. Una niña que no le da valor a las cosas, no le da valor al esfuerzo de sus padres, no le da valor absolutamente a nada y que cuando oye la palabra no, se monta la de San Quintín.
Quiero poner límites, pero no solo a mi hija. También a la abuela. ¿Pero cómo hacerlo? Y lo pregunto en serio, porque ella siempre nos hace el "favor" de cuidar de la niña si nosotros, por trabajo no podemos. Pero no puede ser que la críe con todo esto.