miércoles, 8 de julio de 2020

ADULCENTRISMO. NIÑOFOBIA. NUESTROS HIJOS CIUDADANOS DE SEGUNDA

Llevo tiempo queriendo escribir del tema, pero estaba tan enfadada que no me salían las palabras y es que siempre he sentido que los niños, en nuestra sociedad, son ciudadanos de segunda y después de esta terrible pandemia y todo lo que estamos pasando, me queda claro que sus derechos son ninguneados.




Han sido los grandes olvidados durante el confinamiento. Los encerramos en casa y tiramos la llave y a los padres, se nos ha dicho: ahí te apañes. Es cosa nuestra, son nuestros hijos, pero han sido los últimos en los que han pensado. Son los últimos en saber qué les pasará para el curso que viene y así seguimos con todo. Como el abrir los parques de juego, por supuesto antes tienen que venir las necesidades del adulto, que de un niño que ha aguantado lo inaguantable durante todo este tiempo, sin quejas y con la mejor de sus sonrisas.



Vivimos en una sociedad egoísta donde nuestras necesidades van por delante de cualquiera y si son necesidades o derechos de un niño, no importan, al fin y al cabo ellos no se quejan.


Ellos no importan



Se les prohíbe la entrada simplemente por el hecho de ser niños. Da igual, si eres menor de.. no sé, 12-14 años, eres un niño y no puedes pasar. Te miran mal al entrar a un restaurante si vas con niños, porque claro, seguro que ellos molestan, no molesta la pareja que se pelea, el grupo de amiguetes que están borrachos que están gritando. No, los que molestan son los niños.




Ahora se nos mira mal al entrar en cualquier establecimiento, si llevas a tu hijo. Porque claro, son unos salvajes que lo van a tocar todo. ¿No? O es que no se saben comportar... O es que son portadores del mal supremo.


Basta ya con esta niñofobia, ellos son totalmente inocentes a todo lo que está pasando. ¿De verdad se les tiene que castigar de esta manera tan cruel? ¿De verdad los tenéis que tratar así?


Hace unos meses, antes de la pandemia y posterior confinamiento, fuimos a comer con unos papis del cole a unos de nuestros restaurantes favoritos. Los niños se llevan genial e intentamos quedar de vez en cuando para que se vean. Cuando volvíamos a casa, subimos al autobús y nos sentamos. Al poco el autobús empezó a llenarse. Debo decir que este autobús, línea 24 de TMB, es un autobús que se llena enseguida porque los extranjeros lo utilizan para ir de turismo al parque Güell, lo que hace que los vecinos de la zona, tengamos que ir siempre apretujados. Como el autobús se empezaba a llenar, mi marido y el papá del otro niño se levantaron y yo me quedé sentada con los niños, en un sitio de 4 personas (que se encuentra al final del autobús). Mi hija estaba cansada y quería dormir, pero aguantaba porque estaba su amiguito. De pronto empiezo a escuchar a una señora, mayor, decir que era una vergüenza que no le cedieran el sitio, que ella era mayor y que claro que los niños tendrían que ir sentados encima de los padres. Otras veces me callo, pero aquel día, cansada ya de este ADULCENTRISMO, le espeté y le dije, sin miramientos, que mi hija y su amiguito habían pagado el billete como otra persona del bus y que tenía el mismo derecho que ella a sentarse en un asiento. Además de que es más seguro. No contenta, la mujer siguió poniéndome verde (me llamó mala madre por el mal ejemplo que le estaba dando a mi hija al contestarla. Encima, se mete con ellos y pretenden que traguemos).



Luego llegó el COVID-19. Los niños eran unos apestados. Porque claro, son asintomáticos. Los coles son un foco de infección. Los niños lo toquetean todo y siempre están sucios. No es por nada, pero los niños fueron los primeros en aprender lo importante que era no saludarse con abrazos, besos, ni la mano. Se les enseñó en el cole a saludar con el brazo o con los pies. Se les enseñó la importancia del virus y lo que les podía pasar a ellos y a todos los que les rodean. Pero igualmente, era más fácil encerrarlos y tirar la llave.




Han aguantado lo inaguantable como han podido. En sus casas, con sus padres, hermanos, o con quien pudiera cuidarlos (la gente que tenía que ir sí o sí a trabajar y no tenía con quién dejarlos, han tenido que seguir tirando de abuelos o canguros que ya tenían antes de la pandemia).


Carlota ha aguantado todo lo bien que podía, teniendo en cuenta el tiempo que no salió a la calle (no tenemos ni un mísero balcón, así que se sentaba en el suelo de la habitación durante un rato al día para que le diera el sol). Estudiando, viendo la tele (porque sí, las pantallas durante el confinamiento, a muchos, nos han salvado en ciertos momentos), jugando en su habitación y sobre todo, reclamando atención de papi y mami.


Cuando, por fin, se les permitió salir a pasear, se puso el grito en el cielo, porque los niños podían salir y los corredores no podían ir a hacer deporte. Luego, a todos los padres, se nos tildó de inconscientes, porque el primer día que los niños pudieron salir, ahí estaban las fotos de padres juntos con sus hijos jugando a futbol, todos juntos, arremolinados, ....


No todos hicimos lo mismo. Nosotras, salimos a primera hora de la mañana (porque al principio teníamos un horario de ensueño para salir a pasear), solo los que paseaban a sus perros estaban en la calle. Con nuestras mascarillas, la peque cogida en todo momento de mi mano y cuando llegamos a un zona de bosque, que no había gente, le dejé que corriera un poco.


Igual que no todos los runners que salisteis a correr los primeros días, no sois unos inconscientes que quedábais con un grupo de amigos para correr, si no que lo hacíais con todas las medidas de seguridad, los padres también.




Nuestros hijos son el futuro. Nuestros hijos tienen derechos. Derechos que se han olvidado. Vosotros adultos de hoy día que no os gustan los niños, o pensáis que sois el diablo. De verdad te gustaría que te trataran así? A nadie le gusta, tenga la edad que tenga. Así que recordar que ellos también son personas y merecen el mismo respeto que tu y que cualquiera.

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