No sé vosotras, pero cuando me quedé embarazada, me dije a mi misma: vas a ser la madre perfecta. Siempre has querido ser madre, sabes lo que no te gustaba de pequeña, sabes lo que necesitabas. No cometerás los errores de otras madres.
Pero llega el día en que nace tu bebé. Primero te sientes abrumada (sea porque llega ese pequeño ser a tu vida que aunque notabas dentro de tí, no llegaba del todo a ser real. Como que las hormonas te dan una mala pasada y estás al borde de un ataque de nervios), después te sientes feliz y por último, el día que sales del hospital te sientes nerviosa (y si no lo hago tan bien como pensaba? y si la cago? y si no soy esa madre perfecta que has visto miles de veces en la gran o pequeña pantalla?).
Van pasando los días y el bebé y tu os vais habituando a vuestra nueva vida juntos. Poco a poco esa simbiosis que ya existía se hace más fuerte y tu te sientes capaz de muchas cosas. Pero si tienes un trabajo no conciliador (como muchas madres de este bonito país) empiezas con la carrera. Marcar horarios para que cuiden de tu hijo, que si el padre hace un horario de tarde y tu puedes ir por la mañana temprano a trabajar, que tus padres lo pueden recoger del cole y tu salir a media tarde, corriendo, porque tienes que comprar cosas para la cena o la semana o simplemente papel de culo higiénico que se ha acabado y si no, os tendréis que limpiar o con papel de cocina o con las toallitas del pequeñajo. Llegas a recoger a tu churumbel, pide teta y se amorra, pero tienes mil millones de cosas que hacer. Así que como puedes coges los bártulos (si uno de tus benditos padres puede te acompaña y así no es tan dura la llegada a casa). Dejas al churumbel, te intentas cambiar mientras le cantas. Preparas el baño y haces la cena, mientras él sigue pegado a la teti o al biberón.
Así día tras día hasta que te das cuenta... no, no soy perfecta. Y ahí es cuando me lo pregunto...
¿Existe realmente la perfección?
No. No existe. Nadie es perfecto. Por mucho que nos empeñemos. Somos personas y como seres humanos, nos equivocamos, pero está en nuestra naturaleza darnos cuenta y mejorar día a día.
Es normal que nos preguntemos si somos buenas madres, si lo estamos haciendo bien. Yo me lo preguntaba continuamente y me autoflagelab otras tantas veces. Pero basta ya. BASTA YA DE COMPADECERSE, DE SENTIRSE UNA PERDEDORA PORQUE NO LLEGAS A TODO.
Ser madre es agotador (muchas veces) y estresante también, ya que con el ritmo de vida que llevamos (como mínimo en mi caso) no siempre tenemos ni las ganas ni la paciencia que nos gustaría y ahí es cuando explotamos, cuando nos miramos al espejo y nos sentimos desdichadas, porque no, no somos madres perfectas.
Llegó un momento en mi vida como madre, no hace mucho, que me paré a pensar en el tema. Estaba sola en casa, mi marido volvía del trabajo y la peque ya estaba dormida. La miraba dulcemente mientras le quitaba el pelo de la carita y entonces lo pensé. ¿Por qué somos así? ¿Por qué intentamos hacerlo todo perfecto? Porque pensamos que si no la sociedad nos tachará de ser malas madres, porque vemos un esteriotipo de "madre perfecta" tanto en la tele como en las RRSS, con esas sonrisas profident, esas madres impolutas que tienen el pelo perfecto, la ropa perfecta y encima van con tacones. Y entonces te torturas y piensas... ¿por qué no soy así? Así que me dije a mi misma, eres la mejor madre que puedes ser para tu peque. Ella te quiere y lo demuestra cada día con señales de afecto (besos, abrazos, diciéndome: te quero mami) y entonces ¿Por qué sentirse así? Sabes en lo que tienes que mejorar, sabes en lo que puedes decir: por aquí no paso, porque esto no me hace ser mala madre (puede que diferente al resto. Pero ¿eso es tan malo?).
Me dije a mi misma: Sigue así, lo estás haciendo lo mejor que sabes y día a día vas mejorando y sabiendo qué es lo que tu bebé necesita. Eso es lo importante.
Entonces me relajé. Decidí no hacer caso a todo lo que había visto con anterioridad y pensé en celebrar mi maternidad. Celebrar que no soy una madre perfecta, pero que a partir de ese momento pensaba disfrutar.
Justamente unos días más tarde, comiendo con unas compañeras de trabajo surgió el tema de la maternidad. Y me preguntaron ¿Qué es lo más importante para ti como madre?
Ni me lo pensé. Salió sola la respuesta. Pasar más tiempo con ella. Justamente es lo que a mi realmente me faltó cuando era pequeña. Mis padres siempre han trabajado como mulas y cuando era pequeña, con un negocio como el que tenían, se pasaban horas y horas fuera de casa. Yo los echaba de menos y cuando por fin estaba con ellos, tampoco es que disfrutara mucho con ellos, porque estaban tan cansados que me pedían descanso. Es verdad que el día que podíamos lo disfrutábamos al máximo, pero no era una tónica semanal.
Sí, quiero pasar todo el tiempo que pueda con ella. Quiero aprender de ella, quiero observarla, disfrutarla y divertirme con ella. Los tres juntos podemos hacer infinidad de cosas. Y sé que con lo poco que tengamos ella también será feliz.
¿No es esa la máxima de todos los padres? No ser perfectos, si no que nuestros hijos sean felices.
Así que renuncié a tener una casa impoluta con todo recogido. IMPOSIBLE. Me voy de casa temprano por la mañana y no volvemos hasta tarde, no puedo, literalmente, ponerme a limpiar cuando la peque se va a la cama, ese momento lo tengo que dedicar a mi, no a la casa. Así que entre semana hago la limpieza de gato, limpio por encima y recojo lo que puedo, lo que no... no pasa nada, no se moverá de ahí y ya lo recogeré en otro momento.
Dejé de intentar bañar a mi hija cada día. Sí, es la verdad, mi hija no se baña cada día. No noto que lo necesite. Ella se lava las manos, se lava la cara y se lava los dientes, todos los días. A partir de ahí, ¿por qué esa necesidad de bañarse cada día?
Tenemos un horario (orientativo, pues no son horas marcadas) y el día que llegamos temprano a casa, siempre le pregunto... ¿hoy quieres jugar con el agua? Sí! pues toca baño, ella juega y yo me divierto con ella un rato, sin importar las horas, que se nos haga tarde para hacer o simplemente que el agua se enfríe. El día que llegamos más tarde, estoy más cansada o ella simplemente me dice no mami, pues es no y ya está.
Dejé de estar siempre sonriendo con ella y no tener malos días. Porque sí, las madres tenemos días malos y no pasa nada por decirlo. No pasa nada por pedir ayuda, no pasa nada por ser personas de carne y hueso.
Y así es, como cada día, celebro mi maternidad.
Las cosas se hacen lo mejor que una puede y sabe...
ResponderEliminarLa maternidad es lo mismo... Intentas ser la mejor madre que sabes y puedes y no pasa nada si a veces se falla, no se llega o se ha de pedir ayuda, la perfección no existe y me río yo de esas madres que son perfectas por no existen - o eso creo - ...
Mis hijos tampoco se bañan ni se duchan cada día... Tampoco lo necesitan y tampoco es bueno para la piel y el pelo ( dicho por los pediatras compis de maridín ).
Se asean cada día, eso sí y día sí, día no, se duchan ( excepto si hay deporte que entonces sí, sobretodo el mayor que ya se va haciendo hombrecito ).
Y si un día la cena son patatas fritas y frankfurts o croquetas porque no da tiempo de hacer nada más elaborado, no creo que vaya a pasar nada... Que me parece que la gente sólo cree que es feliz si tiene vidas " pinterest"...
Besitos mami, que lo haces genial!