Ayer fue un gran día. Un día de reencuentros con buenos amigos. Un día de conocer gente interesante. Un día de diversión en la pequeña familia que tú decides montar con aquellos a los que conoces por el camino de la vida y decides que quieres que estén en ella por mucho tiempo.
Ayer fue un día en el que me di cuenta de lo curioso que es el paso del tiempo.
No nos damos cuenta de lo rápido que pasa. No sé si es que no queremos o no podemos, con nuestras vidas tan ajetreadas, pero el tiempo, nuestro tiempo, pasa volando. Como alguna vez he dicho, desde que he sido madre (hace ya dos años) sí me doy cuenta de lo efímero que es el tiempo. De lo rápido que pasa y de lo que te puedes perder si no estás atento. Así que ayer, sentada a la mesa con 13 personas más (más cuatro peques pululando por allí), me puse a pensar en ello: el paso del tiempo.
La homenajeada es una de mis grandes amigas. De esas personas que tienes en tu vida porque sabes que te quieren sin reservas. Te conocen bien y nunca te juzgan. Ha estado en momentos muy malos a mi lado y en los momentos más felices. Nunca ha pedido nada a cambio y aunque podemos pasar semanas sin hablarnos (ni mandarnos un mísero mensaje) por culpa de nuestras ajetreadas vidas, sabes perfectamente que esa persona siempre estará ahí, para ti, en cuanto la llames, en cuanto le digas: Te necesito. Hará lo imposible. Y así es desde hace 17 años. Sí. 17 años. Nos conocimos en la universidad. En la primera semana de empezar nuestras carreras. Cuando la vi, sinceramente, pensé que era un poco pedante, porque era muy seria y no parecía muy amigable. Pero como, por suerte, intento no dejarme influenciar por la primera impresión, en cuanto la conocí, hubo química entre nosotras. Por supuesto que hemos tenido nuestros roces. Pero creo que una de las mejores cosas de nuestra amistad, es que cuando ha pasado algo, que nos ha molestado, sea de ella hacia mi o de yo hacia ella, nunca nos lo hemos guardado. Lo hemos hablado, lo hemos expuesto y nos hemos reconciliado con lo que hubiera pasado. Porque amistades así no se tienen siempre. Poder hablar sin tapujos con la otra persona. Respetarnos (sí el viernes hablé sobre el respeto y esta amistad es un claro ejemplo de ello) con nuestras decisiones, con nuestras diferencias. Porque de verdad, somos muy diferentes en muchos aspectos, pero como nos respetamos y nos queremos, ahí seguimos día a día.
El paso del tiempo te enseña que hay personas que vienen y van en tu vida. Personas con las que, durante una temporada, te llevas genial, pero al final los caminos empiezan a distanciarse y terminas por dejar de hablarte. No porque te pelees, si no porque simplemente dejas de verlo y te das cuenta que esa persona tampoco aportaba tanto en tu vida. También hay personas que te hacen daño, que te decepcionan o te buscan por propio interés. Personas que te absorven el alma y cuando ya no necesitan de ti te tiran como una colilla, o personas que creías que eran amigos y luego te decepcionan dándote cuenta de que no son verdaderos amigos, si no personas conocidas con las que te puedes ir a tomar un café. Esas personas prefiero tenerlas lejos de mi. Después de varias malas experiencias, de grandes chascos y sobre todo de berrinches, me he dado cuenta que menos es más y prefiero pocos y de calidad que muchos y decepcionantes. Mi marido me ha ayudado en estos siete años juntos a darme cuenta de estas cosas, a sentirme querida por los que merecen la pena y no llevarme grandes decepciones con los fracasos.
Ayer, en esta fiesta de cumpleaños, también estuve con otra gran amiga. Aún recuerdo la noche que la conocí, pues nos presentó la homenajeada. Aún recuerdo que sí, desde el primer momento supe que nos llevaríamos bien, porque nos parecemos bastante, pero somos lo suficientemente diferente como para tener nuestra propia personalidad. Tanto con una como con otra, pueden pasar semanas (o incluso meses) en que no podemos vernos y sé que entre nosotras, nos echamos de menos. Yo las echo de menos cuando no las veo, porque me encantaría tener más tiempo para ellas, por el bien que hacen en mi equilibrio personal. Somos una pequeña familia de tres, que ha crecido hasta ser una familia de ocho (gracias a maridos e hijos).
Otra persona que en mi vida es importante es una amiga del instituto. Sí, a ella la conozco desde hace más tiempo. Pero con ella sí que he aprendido eso de que las segundas partes, a veces, son mejores. Fuimos amigas, nos separamos, creo que por malentendidos en nuestras personalidades (aún no definidas) y cuando nos reencontramos el vínculo quedó blindado para siempre. Ellas, estas tres personas son las que siempre quiero en mi vida. Las que, en su día, le dije a mi marido al empezar a salir: ellas son las que realmente importan, es su examen el que te tiene que importar, porque para mi son lo más en el mundo. Pasado el tiempo sigo pensando lo mismo.
Diecisiete años hace que nos conocimos (con una), unos pocos menos (con otra) y más de veinte con la última, pero aún así, el paso del tiempo no ha hecho mella en nosotras ni en nuestra amistad. Sentada en aquella mesa, con amigos que sí son de los que vienen y van, pero cuando vuelven siempre es con una gran sonrisa y lo agradeces, me di cuenta de lo efímero que es el tiempo, de que a veces nos centramos en estupideces que no nos dejan ver lo que realmente necesitamos o queremos. Por ello, ayer, mientras veía a mis amigos brindar, divertirnos, hablar, ... me di cuenta de que pasen 17 años, 30 o 50, ellas siempre estarán ahí, conmigo. Porque ellas, son mi familia. Esa familia que creas tu misma al salir de casa, al juntarte con gente, familia que realmente quieres por lo que son, no porque tengan tu misma sangre.
Espero que algún día la peque encuentre amistades tan bonitas y valiosas que le enseñen lo bonito de la vida y de las relaciones. Que pueda tener a esas personas siempre a su lado. Sé que se llevará chascos, pero nosotros estaremos a su lado, a cada paso del camino. Personas que no piden nada a cambio, solo tu más sincero amor y amistad.
El tiempo que se nos da es corto. Así que hay que aprovecharlo. Exprimirlo. Vivirlo con las personas que quieres.
Q bonito, Patri! Gracias! Gracias x este regalo! Te quiero!
ResponderEliminarDe nada!! y es que ya sabes que mis palabras salen del alma. Yo también te quiero! :)
EliminarJoeeeee, que me haces llorar!!!15,30,50 o hasta el infinito y mas alla!!!
ResponderEliminarSí!! nos convertiremos en unas viejitas gruñonas todas juntas! jejejeje
EliminarMUAS!
Es lo que dices hay gente que permanece y a pesar de que pase el tiempo sigue ahí y nada cambia.. Yo también conservo a mi mejor amiga del instituto y lo mismo pueden pasar semanas sin llamarnos o quedar o a veces si las circunstancias lo permiten nos vemos una vez a la semana, pero sabes que es una persona que siempre está ahí, a pesar de que en mi caso han pasado 30 años!! Besos
ResponderEliminarY es que esos que están ahí siempre, a las duras y las maduras son los que tenemos que conservar a nuestro lado. Y es que mira como pasa el tiempo, 30 años y seguiís estando juntas. Es algo tan bonito...
EliminarMUAS!
Hay amistades que por mucho que pase el tiempo o largas temporadas sin hablar estarán siempre, esos amigos valen millones.
ResponderEliminarPues sí. Y esas son las que realmente valen y merece la pena tener siempre cerca.
EliminarGracias por pasar y comentar.
MUAS!