Llevo unos días pensando en este tema. La paciencia y los niños.
Sinceramente, yo no soy una persona muy paciente y soy de las de lo quiero ahora. Con el paso del tiempo, en muchos aspectos de mi vida, he aceptado que no todo es aquí y ahora y me aguanto mi propia impaciencia. Eso no quita que por dentro siga pensando, ¿cuándo llegará? ¿Será ahora? ¿No quiero esperar?
Desde que nació la peque, mi paciencia ha ido en aumento. Sinceramente, con su nacimiento, mi vida dio un gran giro y entre otras muchas cosas, tuve que decidir el ser más paciente, sobre todo con ella.
Y ahora es cuando viene mi pregunta...
¿Si nosotros no somos del todo pacientes, por qué les exigimos paciencia a ellos sin ni siquiera darles herramientas para aprender?
Nosotros somos el ejemplo para ellos. Se ven reflejados en nosotros y nuestros actos. De ahí que siempre se diga, que se debe predicar con el ejemplo, porque ellos nos imitan. Así que si nosotros no somos pacientes, no puedes exigirle a un niño pequeño, que no entiende el paso del tiempo, que sea paciente.
La impaciencia y el querer todo ya, es propio de los más pequeños de la casa. Los niños pequeños viven en el ahora. Ellos no distinguen entre el hoy, mañana o pasado mañana. No saben que cuando les decimos, espera un momento, ese momento, pueden ser dos minutos, para ellos eso es un mundo.
Y si eso pasa es cuando aparece el temido berrinche. Para ellos, el esperar, es el "nunca va a llegar", por lo que se frustran y con la frustración llega el berrinche o exigir que les hagamos caso, que repitan mil veces quiero, ahora, necesito, ...
Por eso, nosotros debemos tener paciencia. Por eso, nosotros debemos enseñarles que no todo es aquí y ahora y en casa, es en lo que estamos ahora. En enseñar el paso del tiempo, la paciencia y la espera.
Para ello, nos hemos armado de mucha paciencia e intentamos hacer entender este tipo de situaciones a la peque, de una forma gradual. Es muy fácil perder, momentáneamente, la paciencia con ellos, pero pensemos que les estamos ayudando para el futuro y por eso debemos ser cuidadosos con nuestras reacciones. Y con el aquí y ahora, que tenemos, muchas veces, los adultos en la boca.
No sé cuántas veces me habré encontrado con la misma situación:
Padres en corrillo, en una mesa, hablando, niños también en la mesa, nerviosos, queriendo moverse, hacer algo. Ellos pedirles paciencia y que jueguen, lean, pinten,... mientras esperan. Los niños se desesperan, los padres más y terminan todo enfadados y recriminando cosas que no son.
1. Enseñamos a entretenerse, en momentos puntuales.
Cuando salimos, siempre llevamos una mochila con cosas para ella. Antes de salir de casa, se le pregunta siempre que desea llevar, que quepa en su mochila. Normalmente coje, coches, muñecos pequeños (los superzings últimamente van ganando la partida) y alguna cosa más suelta.
Cuando estamos en un sitio y parece que se aburre, reclama atención y sobre todo es el me quiero ir ahora o cuándo nos vamos, nosotros recurrimos a la mochila. Sacamos las cosas y le pedimos que juegue. Pero no lo hace sola. Mientras uno de nosotros está por la conversación de adultos, el otro, juega con ella.
Nos vamos turnando y así, los dos también tenemos nuestro momento.
2. Enseñarle a cuándo puede intervenir en una conversación. Es decir, no interrumpir cuando los demás están hablando.
En el cole te enseñan a levantar la mano para pedir permiso. Además levantas la mano para poder hablar. Mi hija lo tiene tan interiorizado que cuando quiere hablar con nosotros y ve que estamos hablando, levanta la mano y pide su vez para poder hablar.
Nosotros terminamos lo que estamos hablando y antes de que nadie diga nada, le damos pie a que pueda decir lo que ella desee.
Con ello, reafirmamos su autoestima y ayuda a ver que esperar para hablar no es un problema. Cada uno tiene su turno.
3. Explicar el por qué debemos esperar.
Esta, para nosotros, es difícil. Imaginaos la situación: Estar en la consulta del doctor para entrar. Que haya tres o cuatro personas delante de nosotros.
Ellos pueden desesperarse porque quieren entrar ya, para poder marcharse a jugar, al parque, a casa o con los amigos.
Debemos, calmadamente, explicarle que tenemos un turno y que nos toca esperar. Que está genial cuando llegas a un sitio y puedes entrar, pero que otras veces, debemos aguardar a que nos toque y para ello, debemos ser pacientes.
Al principio no lo entienden y por ello, debemos explicárselo todas las veces que haga falta.
Nosotros hemos recurrido al... mientras espero me doy un paseo. Pasearte por la planta y distraerte, es la mejor opción.
4. Las cosas no se exigen, se piden educadamente.
Esto es algo que trabajamos día a día con la peque. Muchas veces está sentada en el sofá, viendo la tele, o está en su habitación jugando y te dice: Quiero agua ahora.
Hemos tomado medidas ante esto. Primero no le hacemos caso cuando nos lo dice la primera vez. Si vemos que insiste y sigue exigiendo y no pidiendo, le decimos que no es la manera correcta. Si insiste, dejamos de contestar para que vea que esto no debe ser la tónica normal de la casa.
Si finalmente, ella misma nos dice, por favor, me traes un vaso de agua, se lo damos y termina dando siempre las gracias.
Creo que la educación y la paciencia van de la mano y deben aprender de pequeños lo importante que es.
5. Cumplir siempre lo que le decimos.
En casa no se hacen promesas vacías y por ello, si la peque me dice: Mamá, quiero jugar contigo ahora al tragabolas, pero estoy haciendo la comida, yo misma le digo: Ahora no puedo cariño. Puedes jugar con papá, si quieres que esté mamá, podemos jugar después de comer.
Muchas veces esto lleva a enfado. Pero intento explicarle el por qué no puedo en ese momento y si le prometo jugar después de comer. Significa que después de comer, jugaremos al tragabolas.
Tenemos que ser conscientes que ellos aprenden día a día. Son esponjas y por ello, necesitamos que entiendan que la paciencia es parte importante.
Por ello, nosotros hemos seguido estos tips y, por ahora, nos han ido funcionando. La peque poco a poco va aprendiendo lo que es la paciencia y a nosotros nos va bien, para también recordar que no podemos exigir a un niño ser paciente si nosotros mimos no lo somos.
Sinceramente, yo no soy una persona muy paciente y soy de las de lo quiero ahora. Con el paso del tiempo, en muchos aspectos de mi vida, he aceptado que no todo es aquí y ahora y me aguanto mi propia impaciencia. Eso no quita que por dentro siga pensando, ¿cuándo llegará? ¿Será ahora? ¿No quiero esperar?
Desde que nació la peque, mi paciencia ha ido en aumento. Sinceramente, con su nacimiento, mi vida dio un gran giro y entre otras muchas cosas, tuve que decidir el ser más paciente, sobre todo con ella.
Y ahora es cuando viene mi pregunta...
¿Si nosotros no somos del todo pacientes, por qué les exigimos paciencia a ellos sin ni siquiera darles herramientas para aprender?
Nosotros somos el ejemplo para ellos. Se ven reflejados en nosotros y nuestros actos. De ahí que siempre se diga, que se debe predicar con el ejemplo, porque ellos nos imitan. Así que si nosotros no somos pacientes, no puedes exigirle a un niño pequeño, que no entiende el paso del tiempo, que sea paciente.
La impaciencia y el querer todo ya, es propio de los más pequeños de la casa. Los niños pequeños viven en el ahora. Ellos no distinguen entre el hoy, mañana o pasado mañana. No saben que cuando les decimos, espera un momento, ese momento, pueden ser dos minutos, para ellos eso es un mundo.
Y si eso pasa es cuando aparece el temido berrinche. Para ellos, el esperar, es el "nunca va a llegar", por lo que se frustran y con la frustración llega el berrinche o exigir que les hagamos caso, que repitan mil veces quiero, ahora, necesito, ...
Por eso, nosotros debemos tener paciencia. Por eso, nosotros debemos enseñarles que no todo es aquí y ahora y en casa, es en lo que estamos ahora. En enseñar el paso del tiempo, la paciencia y la espera.
Para ello, nos hemos armado de mucha paciencia e intentamos hacer entender este tipo de situaciones a la peque, de una forma gradual. Es muy fácil perder, momentáneamente, la paciencia con ellos, pero pensemos que les estamos ayudando para el futuro y por eso debemos ser cuidadosos con nuestras reacciones. Y con el aquí y ahora, que tenemos, muchas veces, los adultos en la boca.
No sé cuántas veces me habré encontrado con la misma situación:
Padres en corrillo, en una mesa, hablando, niños también en la mesa, nerviosos, queriendo moverse, hacer algo. Ellos pedirles paciencia y que jueguen, lean, pinten,... mientras esperan. Los niños se desesperan, los padres más y terminan todo enfadados y recriminando cosas que no son.
Nosotros estamos siguiendo pequeños trucos.
1. Enseñamos a entretenerse, en momentos puntuales.
Cuando salimos, siempre llevamos una mochila con cosas para ella. Antes de salir de casa, se le pregunta siempre que desea llevar, que quepa en su mochila. Normalmente coje, coches, muñecos pequeños (los superzings últimamente van ganando la partida) y alguna cosa más suelta.
Cuando estamos en un sitio y parece que se aburre, reclama atención y sobre todo es el me quiero ir ahora o cuándo nos vamos, nosotros recurrimos a la mochila. Sacamos las cosas y le pedimos que juegue. Pero no lo hace sola. Mientras uno de nosotros está por la conversación de adultos, el otro, juega con ella.
Nos vamos turnando y así, los dos también tenemos nuestro momento.
2. Enseñarle a cuándo puede intervenir en una conversación. Es decir, no interrumpir cuando los demás están hablando.
En el cole te enseñan a levantar la mano para pedir permiso. Además levantas la mano para poder hablar. Mi hija lo tiene tan interiorizado que cuando quiere hablar con nosotros y ve que estamos hablando, levanta la mano y pide su vez para poder hablar.
Nosotros terminamos lo que estamos hablando y antes de que nadie diga nada, le damos pie a que pueda decir lo que ella desee.
Con ello, reafirmamos su autoestima y ayuda a ver que esperar para hablar no es un problema. Cada uno tiene su turno.
3. Explicar el por qué debemos esperar.
Esta, para nosotros, es difícil. Imaginaos la situación: Estar en la consulta del doctor para entrar. Que haya tres o cuatro personas delante de nosotros.
Ellos pueden desesperarse porque quieren entrar ya, para poder marcharse a jugar, al parque, a casa o con los amigos.
Debemos, calmadamente, explicarle que tenemos un turno y que nos toca esperar. Que está genial cuando llegas a un sitio y puedes entrar, pero que otras veces, debemos aguardar a que nos toque y para ello, debemos ser pacientes.
Al principio no lo entienden y por ello, debemos explicárselo todas las veces que haga falta.
Nosotros hemos recurrido al... mientras espero me doy un paseo. Pasearte por la planta y distraerte, es la mejor opción.
4. Las cosas no se exigen, se piden educadamente.
Esto es algo que trabajamos día a día con la peque. Muchas veces está sentada en el sofá, viendo la tele, o está en su habitación jugando y te dice: Quiero agua ahora.
Hemos tomado medidas ante esto. Primero no le hacemos caso cuando nos lo dice la primera vez. Si vemos que insiste y sigue exigiendo y no pidiendo, le decimos que no es la manera correcta. Si insiste, dejamos de contestar para que vea que esto no debe ser la tónica normal de la casa.
Si finalmente, ella misma nos dice, por favor, me traes un vaso de agua, se lo damos y termina dando siempre las gracias.
Creo que la educación y la paciencia van de la mano y deben aprender de pequeños lo importante que es.
5. Cumplir siempre lo que le decimos.
En casa no se hacen promesas vacías y por ello, si la peque me dice: Mamá, quiero jugar contigo ahora al tragabolas, pero estoy haciendo la comida, yo misma le digo: Ahora no puedo cariño. Puedes jugar con papá, si quieres que esté mamá, podemos jugar después de comer.
Muchas veces esto lleva a enfado. Pero intento explicarle el por qué no puedo en ese momento y si le prometo jugar después de comer. Significa que después de comer, jugaremos al tragabolas.
Tenemos que ser conscientes que ellos aprenden día a día. Son esponjas y por ello, necesitamos que entiendan que la paciencia es parte importante.
Por ello, nosotros hemos seguido estos tips y, por ahora, nos han ido funcionando. La peque poco a poco va aprendiendo lo que es la paciencia y a nosotros nos va bien, para también recordar que no podemos exigir a un niño ser paciente si nosotros mimos no lo somos.
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