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lunes, 3 de abril de 2017

YA HA PASADO UN MES

Ya ha pasado un mes. ¡No me lo creo!

El lunes pasado, para ser exactos, había pasado un mes. Sin darme cuenta, mientras estaba trabajando miré el calendario (porque preparaba un viaje de trabajo para un compañero) cuando lo vi. 27 de marzo. Hoy hace un mes. Justo un mes en que empecé en el nuevo trabajo. Hace justo un mes que di el gran paso. Un paso que me asustaba, pero que era totalmente necesario.

Y es que, muchas veces, por miedo, no nos damos cuenta de lo que puede suponer ese cambio. Para mi ha sido para mejor, anímicamente hablando. 

En un mes he notado diversos cambios, y el primero y más notorio es que soy más feliz. Me gusta el trabajo que hago, no salvo el mundo, pero hago un trabajo eficiente y por ello me alegro. Mis compañeros están contentos conmigo y mi trabajo y eso es un plus de moralidad. Algo, que sinceramente, no me pasaba en el otro centro de trabajo.

Tanto en uno como en otro, trabajo para una empresa de servicios externos. Pero es clara la diferencia, ya no solo con la empresa de servicios para la que ahora trabajo (que el cambio es abismal, sinceramente, en el otro lado me explotaban, me ninguneaban y encima no me quejaba lo suficiente pensando que era lo lógico). En los dos centros hago un trabajo bastante parecido, pero es imposible comparar. Cuando empecé en el otro sitio, de verdad, no podía haber empezado con peor pie. Y es que fue entrar y darme de bruces. Habían pasado muchas personas por el puesto y nadie había aguantado más de un mes. Las personas de allí ya me miraban recelosas, y supongo que apostaron a ver cuanto duraría yo (y duré dos años, solamente, porque me iban a echar por reestructuración de personal). Después estaba la persona a la que reportaba. Con el tiempo, empecé a apreciarla, en lo más profundo de mi corazón, porque sinceramente, durante mucho tiempo me hizo la vida imposible. Tanto era así que me levantaba por las mañanas y me tenía que repetir a mi misma: debes ir a trabajar, es tu deber. Necesitas el dinero, no solo por ti, por tu hija, que te necesita. Así que levántate. 
Sí, cada día debía repetírmelo para levantarme y ponerme en marcha, porque solo pensar en ir allí, uffff, me costaba horrores. 

Pero no todo era malo, eso también lo reconozco. Había y hay gente que merece muchísimo la pena y que me ayudaron día a día a que todo fuera mejor. 

Otra cosa que no me gustaba era el lugar de trabajo, parecía un zulo, de verdad. Una recepción sin ventana, sin ver la calle y el sol todo el día. La puerta de metal y como digo, sin una mísera ventana. Mientras que en el piso superior, había una preciosa recepción abierta a todo el mundo con unos ventanales por donde entraba la luz todo el día. Eso tampoco ayuda a sentirte bien.

Como digo, ha pasado un mes. Un mes de correr, de aprender, de ir de aquí allá, de preguntar a todos por ¿cómo lo hacéis aquí? Y que la gente, con paciencia y su mejor sonrisa te ayuden y te enseñen. Sé que es como debe ser, pero en el otro sitio, tuve que sacarme las castañas del fuego muchas veces y ser autodidacta, ya que no había nadie que puediera ayudarme (bueno sí lo había, pero no quería perder el tiempo enseñándome). 

Al estar feliz he notado otro cambio. Ese cambio es en casa. Lo primero, no me peleo tanto con mi marido, aunque ahora al estar él más en casa, tenemos que volver a amoldarnos a una rutina diaria y eso a veces cuesta, pues yo ya tenía mi rutina y mi día a día, por la tarde con la peque, pero aunque pueda costar, al final me gusta que esté en casa y ojalá encuentre pronto un trabajo donde podamos tener un horario parecido y estar juntos por las noches (aunque eso haga que no pueda ver mis series siempre que quiera). Otra cosa que he notado son los gritos. No grito a Carlota. Y es que tengo mucha más paciencia y entiendo cuando tiene un día malo y ayudo a que se le pase más rapidamente teniéndome a su lado y sin estar asqueada. 

Salía tan mal del otro trabajo que si Carlota tenía uno de esos días revoltosos, ella terminaba llorando, yo chillando y cuando se dormía me sentía tan mal por como me había comportado que lloraba desconsoladamente, hasta que llegaba mi medio limón y él terminaba consolándome.

Él también ha notado ese cambio y se siente tan feliz por mi, que me alenta y me ayuda día a día con todo. Al final, he notado ese cambio en los tres. La peque está más contenta porque los papis están en casa y mami siempre sonríe, canta y baila con ella. En el trabajo siempre me preguntan si alguna vez  tengo un mal día, pues llego sonriendo y muchas veces cantando con los cascos puestos.

Sé que todavía me queda mucho, sé que no todo es de color de rosa. Sé que en algún momento, me encontraré una piedra en el camino, pero simplemente seguiré adelante, y seguiré con mi mejor sonrisa. Me alegro de este cambio. Me alegro de haber dado el paso. Me alegro de haber sido valiente. Me alegro de todo lo que he pasado con anterioridad, para poder ser agradecida con lo que ahora se me brinda.

Así que sí. Mi primer mes no ha estado nada mal. Brindemos por él y por muchos más.

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