jueves, 4 de febrero de 2016

12 AÑOS Y PARECE QUE FUE AYER

Hoy vengo después de un año a #recordandopost con esta entrada que tanto me duele recordar, pero que siempre tengo taaaan presente.

Hoy hace 13 años que se fue. La verdad es que estuvo enfermo mucho tiempo y ya era mayor, pero eso no quita que se le eche de menos. Eso no quita que cada día esté en mi pensamiento o en el de cada uno de los miembros de la familia que tanto lo quiso y lo quiere.

Os dejo con el post (cambiar el 12 por el 13):


Hoy hace 12 años. Hoy mi corazón vuelve a llorar desconsolado. Hoy me he vestido de negro sin pensarlo. Hoy nada me satisface. Hoy nada me hace sonreír.

Hoy hace 12 años que sentí aquellas palabras por el teléfono, en casa de mis padres.
Era tarde, ellos estaban en la cama y yo en el sofá viendo la tele, ajena a lo que pronto iba a suceder. De pronto el teléfono sonó. Lo cogí rápidamente, no quería que se despertaran, pensé que alguien se había equivocado.

- ¿Sí?
- ¿Patri? Soy tu abuela. ¿Puedes pasarme a mamá?
- Claro....

Aquello no me gustaba. Era tan tarde y aquella llamada solo podía ser por una cosa de la que no quería que fuera real. Llamé a mi madre y le dije que cogiera el teléfono, que la abuela había llamado. Rápidamente se levantó y cogió el teléfono de su habitación. Me pidió que colgara, pero no podía hacerlo, tenía que oírlo. Me senté en el sofá y esperé lo peor.

- Hija. Papá ha muerto.

Se me cayó el teléfono de las manos. Rompí a llorar desconsolada. Mis padres vinieron de la habitación y me vieron. Sabían que lo había oído todo. Pronto empezaron a hablar del viaje. Nosotros vivimos en Barcelona y los padres de mi madre están en una aldea, en la provincia de León. Trabazos, se llama. 
Yo le mandé un mensaje a una de mis mejores amigas, Anna. No iba a ir a la universidad en unos días, me tenía que ir con mis padres, tenía que decirle adiós a mi abuelo.

Para mí, mi abuelo fue una persona muy especial. Cada verano, cuando terminaban las clases, mis padres no querían tenerme encerrada en casa sola o en el bar con ellos todo el día, así que me mandaban al pueblo con mis abuelos. Yo siempre tenía ganas, pero en una semana se me pasaba todo y quería volver a ver a mis padres porque los echaba de menos.
Normalmente los niños en ese tipo de aldeas, desde que se levantan se van a jugar con los otros niños del pueblo y no vuelven hasta la hora de comer y por la tarde lo mismo y no vuelven hasta la hora de cenar. En mi caso era diferente. Mi abuela me tenía sobreprotegida, no quería que me fuera con los otros niños, tenía un miedo atroz a que me rompiera un brazo o una pierna y mi madre no dejara que volviera al pueblo sin ella.
Así que me pasaba el día con mis abuelos.

Mi abuelo me enseñó a jugar a la brisca. Mi abuelo me compró mi primera perrita (me enamoré de una perrita negra. La quería para mi, y mi abuelo era incapaz de decirme nunca que no. Así que regateó con el hombre que tenía la perrita, que estaba en un puesto, en la calle, vendiendo no se qué y al final se la compró. Yo era muy pequeña, y no recuerdo cuanto pagó, pero mi padre me dijo, que para la época que era, había sido mucho dinero). Mi abuelo fue el que me dijo: -Si te comes todo el plato de macarrones, te compro unos globos (y como me lo comí, se fue al pueblo de al lado, subido en la mula, a buscar los globos). Mi abuelo era quien me hacía reír y rabiar al mismo tiempo. Mi abuelo, en aquellos tiempos era todo. 

Fui la primera nieta de mis abuelos maternos. Así que como no me veían en todo el año, en verano compensaban ese tiempo cuidándome y regalándome cosas. Nunca me faltó de nada con ellos (aunque un día encerré a mi abuela en el baño y me fui a jugar con la perra, que se llamaba Cuqui. Sí, fui mala, pero quería irme con los otros niños y ella no me dejaba). Era la preferida de mi abuelo. Todo lo mejor, siempre era para mi, yo notaba que era diferente con mis primas y un día le pregunté el porqué, él me dijo que él sabía que yo cuidaba las cosas y por eso me "recompensaba" con mejores cosas que a mis primas. A ellas no les duraban mucho los juguetes enteros. 

Cuqui fue una perra excepcional. La adoraba, pero cuando mi abuelo la compró tuvo que quedarse con ella en el pueblo, mis padres no la querían llevar con nosotros a Barcelona. Así que cada verano la perrita y yo éramos uña y carne y no nos separábamos mas que para dormir, que ella dormía en una caseta fuera de casa. Era taaan bonita, negra, con un pelo brillante, obediente y para mi, una niña que no tenía amigos en el pueblo, era mi mejor amiga. Así que me pasé medio verano sin hablarle a mi abuelo cuando me dijeron que habían tenido que sacrificarla. Me enfadé con él. Era el primer verano que llegaba al pueblo y ella no venía a la carretera a buscarme. Pensé que él la había matado con su escopeta. 
Cuqui siempre había ido a cazar con ella. Recuerdo que era decirle. ¡Cuqui conejo! y ella corría donde tú le habías indicado. Una fenomena. Pero no pudo. Él siempre me dijo que se lo pidió a un hombre del pueblo. Cuqui estaba muy enferma y antes de que yo llegara y la viera tan mal la mataron.

Mi abuelo era un buen hombre. Con un carácter de perro. Se portaba genial con sus nietos. Pero más de una vez me han explicado como castigaba a mi madre y a mi tío. Ese mal genio lo hemos heredado tanto mi madre, como yo y creo que mi hija tiene algo de él, sobre todo la mirada. Mi primo Luis, es un calco de él, ya no solo en carácter, que lo es, si no también en la pose, en el cuerpo, en la cara. Justo el verano pasado me mandaron mis padres una foto con él y le dije a mi padre, parece que esté viendo al abuelo. 


El viaje de ida fue un infierno. No podía parar de llorar y mis padres me pedían que no llorara más. Pero no podía. Aquellas 10 horas en el coche, que mi padre hizo casi del tirón, fueron eternas. 
Cuando llegamos, nuestro perro (porque por aquél entonces Bobby ya estaba en la familia) se metió bajo la mesa de la cocina. Y empezó a aullar. El ataúd de mi abuelo, con él dentro, estaba encima de aquella mesa. Mi madre se acercó al ataúd y lloró desconsolada, y mi padre se acercó y la abrazó, mientras que yo me quedé en la puerta.

- Hija. Acércate. Dile adiós a tu abuelo.
- Mama, no puedo.

El ataúd tenía un cristal. Mi abuela, mientras nosotros viajábamos lo había vestido, había avisado a todo el mundo y lo habían puesto en la mesa. Dentro del ataúd. Yo me fui a mi habitación. No podía estar en aquella cocina. 
La hermana de mi abuelo también vino, y algunas personas de la familia. Recuerdo la visita de una sobrina de mis abuelos, Soli, que lo único que me decía es que no llorara porque estaba en un lugar mejor, y a mi me daban ganas de gritarle que el lugar donde debía estar era con nosotros. 
Llegó el hermano de mi madre con la familia. Faltaba mi prima Cristina, que estaba en el internado y venía desde León con el autocar. Cuando la vi, nos fundimos en un abrazo y no podíamos parar de llorar. 
Cuando llegamos a casa, Cristina no quería ver a su abuelo metido en el ataúd. Le pasaba como a mi, pero mientras mi madre respetó mi decisión de no verlo así. Mi tío cogió a su hija y le acercó hasta allí para que lo viera y le dijera adiós.

Aquella noche velaron por él. Yo no me quedé. Me fui a la cama y entre lágrimas me quedé dormida. 

Al día siguiente fue su funeral. Parecía que estuviera en una película y aquello no fuera conmigo. Aquél día me levanté más fuerte. Me vestí y salí al patio de la casa, donde estaba el ataúd y toda aquella familia que había podido venir a estar con nosotros y despedirse de él. Mi abuela no aguantó todo aquello y se desmayó en casa. Así que unas primas de mi madre, decidieron quedarse con ella y así nosotros fuéramos al funeral. 
Recuerdo que todos los hermanos de mi padre que viven en Galicia, en un pueblo de la provincia de Ourense, se acercaron para ayudarnos ese día. Nunca lo podré olvidar, pues no pensé que vinieran todos. 

Fuimos hasta la iglesia. Fui fuerte, no quería llorar. Ya había llorado mucho y no quería que mi madre se disgustase si me veía llorar. Cuando iba a terminar la misa, nos dieron la estampa que se da cuando vas a un entierro, con el nombre del difunto y una oración. Mis primas y yo lo teníamos que repartir a la puerta de la iglesia.
Algunas personas me preguntaban que quién era yo, y no me cansaba de decir que yo era la nieta de Virgilio, la de Barcelona, mayor. Muchos respondían, ah! sí, que orgulloso estaba tu abuelo de ti y yo pensaba, y lo seguirá estando, esté donde esté. 

Después tocó el peor momento para mi. Ir al cementerio. Cuando llegamos no me aguanté y rompí a llorar, mi padre me miró con cara de desaprovación, pues no quería que llorara. En el momento en que iban a meterlo en el nicho no aguanté y me fui. No quise tocar el ataúd, no quise verle, porque no quería recordarlo de aquella manera. Me gusta recordarlo más como el hombre que era conmigo. Recordarlo con su escopeta al hombro, con unos conejos, cogidos en el cinturón de su pantalón y Cuqui viniendo a su lado. Aquel sí era mi abuelo, el que yacía allí muerto, no quería que lo fuera.
Me fui del cementerio, salí de allí y mi tía Mari, hermana de mi padre, me acompañó y estuvo a mi lado en todo momento. No quería dejarme sola. 

Aquella noche dormí en su sitio, en su cama, con mi abuela. Ella me contó que cada día hacían el rosario juntos por las noches y pensé que sería bonito decir tus palabras. Ella me enseñó y rezamos por ti, para que realmente estuvieras en un sitio mejor y estuvieras tranquilo. 

El camino de vuelta lo pasé recordando miles de historias. Como la vez que me puse delante de las vacas y cogí un palo para imitarte o cuando me ponías entre tus piernas cogías la guadaña y me enseñabas a segar la tieraa. También recuerdo alguna pelea que tuvimos, pero eso, mejor lo olvido. Porque realmente solo quería recordarte en los buenos momentos. 

Pasaron los años y llegó el día de mi boda con David. El bodorrio del año, como lo llamaba yo. Unos días antes de que llegara el gran día, mi abuela estaba sentada en un banco, junto a mis padres, esperando a que nosotros termináramos de pedir las chuches de la boda. Cuando de pronto se puso a reír. Mi madre le preguntó sorprendida y entonces le dijo que estaba viendo a mi abuelo. Sabía que no se perdería ese acontecimiento. Su nieta mayor se casaba.
Y no faltó. El día de mi boda, mientras caminaba con mi padre hacia el altar le sentí. Sentí que alguien me cogía del otro brazo y me acompañaba hasta el final del pasillo. Durante la ceremonia me emocioné por todo lo que estaba pasando y después me sentía extraña. Se lo conté a mi madre y me dijo que ella también lo había sentido. Estábamos seguras de que él había venido para acompañarme en un día así.

Y el día del nacimiento de Carlota. Lo prometo. Y lo digo por primera vez aquí, pues a mi marido estas cosas no le gustan. Pero él también estaba allí, a mi lado, ayudándome a empujar, dándome ánimos y viéndolo todo, para que todo fuera bien. 
Estoy segura que él vela siempre por todos nosotros. Estoy segura de que nunca podré olvidarlo y siempre que pueda le explicaré todas las historias a mi niña. 

Te quiero Abuelo. Te echo de menos. 
La foto que siempre me acompaña en la cartera. Junto a mis padres, mi marido y mi hija

12 comentarios:

  1. Creo sinceramente que un abuelo/a es la primera persona realmente especial que tienes en tu vida. Muy bonita entrada Pati.

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  2. Tengo que confesar que no he sido capaz de leer tu post sin emocionarme y entristecerme un poco con los recuerdos que me ha traído a la cabeza. Yo viví una experiencia similar pero con mi padre, también hace unos doces años y, todavía después de tanto tiempo, no puedo evitar llorar cuando recuerdo ese día.
    Un abrazo.

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  3. Aix que emotivo! Un abrazo muy fuerte!!

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  4. El hecho de que haga ya trece años y recuerdes el día exacto, ya dice mucho del cariño que debes sentir por tu abuelo y fíjate que hace un año de ese post, y lo recuerdo perfectamente porque me emocioné, y mucho, con tus palabras.
    Cuando sea más grande, explícale a tu niña esas pequeñas anécdotas que viviste con tu abuelo y poco a poco, verás como ella va atesorando los momentos que pase con los suyos (tus padres) para grabarlos en su corazón.
    Un beso !

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    1. La verdad es que es difícil olvidar una fecha que para mi marcó un antes y un después. Él era una persona muy importante para mi y supongo que al ser al primer abuelo que perdí, conscientemente, pues eso también me marcó.
      Gracias por tus palabras :)
      Siempre he pensado en explicarle lo que significó para mi, las "aventuras" que vivimos y que ella pueda sentir lo mismo por mis padres :)
      MUAS!

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  5. Los abuelos... Son lo mejor, nos enseñan tantas cosas... ¿Que te voy a decir? Un abrazo muy muy fuerte.

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  6. Patri, me has emocionado..Tantos recuerdos..Estoy segura que tu abuelo Vigilio siempre estará ahí velando por ti, su nieta preferida!! Muchos besos

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    1. Muchas gracias Montse. La verdad es que le echo de menos, él era super importante para mi y yo también pienso que siempre estará ahí para acompañarme en el camino :)

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  7. Mi abuela se nos fue el 17 de Diciembre y casi no soy capaz ni de ver una foto de ella. No es que no quiera, es que no quiero hacerme a la idea de que no está. Un abrazo muy grande.

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    1. Eso es lo que me pasaba a mi. No quería hacerme a la idea. Quería pensar que en cualquier momento lo oiría. El primer verano que fui después de que él se marchara, no pude entrar en su habitación. No quise, me paré en seco en su puerta, la miré, me giré y no entré. He tardado mucho tiempo en entrar y no llorar. Aixx, estos abuelos, como se hacen querer.
      Animos!

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